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Grandes entrevistas imaginarias: Carlos Gustavo Jung

Actualizado: 30 may 2022



Grandes entrevistas imaginarias: Carlos Gustavo Jung por Áxel Capriles
Grandes entrevistas imaginarias: Carlos Gustavo Jung por Áxel Capriles

Mi primer encuentro con C.G. Jung fue en el otoño de 1925 a bordo del barco a vapor que recorría las colonias europeas en el África Oriental. El puerto de destino era Monabasa. En aquella oportunidad me dirigía a la Reserva para Gorilas, fundada por el doctor Akley, en el África Central, con el objetivo de preparar una posible tesis para mi grado en Biología. Tuve la suerte de quedar bastante cerca en la mesa del Doctor Jung lo cual me permitió tener largas conversaciones con él y sus acompañantes. El viaje de Jung tenía como fin una expedición para estudiar la psicología de los “pueblos primitivos”, en especial, la de los habitantes de las vertientes sur y occidental del Monte Elgón, Kenia. Recuerdo que ya en aquella oportunidad me impresionó como un hombre extremadamente erudito, con gran seguridad en sí mismo y de una fortaleza física notable. Han pasado treinta años y volcado a la profesión periodística aproveché una corta estadía en Zurich para entrevistarlo. Lo llamé a su casa en Küsnacht y después de recordarle mi identidad comentamos someramente el destino de los demás acompañantes de viaje, muchos de los cuales habían muerto en el África. Jung partía esa misma tarde para Bollingen, en el extremo opuesto del lago de Zurich, donde solía pasar sus días libres. La casa de Bollingen está ligada a un profundo sentido de interioridad y a experiencias psicológicas del doctor Jung, así que hube de insistirle para que accediera a la entrevista, a pesar de que en estos últimos tiempos estaba bastante abierto a los periodistas.

La casa consta de dos torres y varias habitaciones y está construida con la mayor simplicidad posible al lado del lago para “concretar la idea de totalidad”. En la entrada encontramos una inscripción: Philemonis Sacrum – Fausti Poenitentia (Sepulcro de Filemón – Arrepentimiento de Fausto). Jung me recibió con una sonrisa bajo su breve bigote, sentado en el jardín entre árboles y piedras con inscripciones latinas. Mordía una pipa vacía y aunque marcado ya por los años, su cuerpo seguía emanando fuerza física y moral. Conversamos un poco sobre mis estudios en el África Central e intenté abrir la entrevista comentando sobre la inscripción de la entrada.


-Si- respondió- ese es un reconocimiento a los imperecederos valores humanos, a la continuidad de la historia de la cultura y del intelecto. Antiguamente estaba en la entrada de la primera torre pero cuando fue cerrada lo coloqué en la nueva puerta.

Jung calló, dirigió la vista hacia el lago como buscando algo entre los árboles y volvió a podar su mirada en mis ojos. Un poco turbado ante la figura del “viejo sabio de Küsnacht” lo abarqué con un segundo comentario.

-Indiscutiblemente todo su esquema teórico se halla impregnado de la Filosofía Romántica y la Filosofía de la Naturaleza, pero ese profundo conocimiento y admiración que profesa usted por Goethe, como lo muestran sus continuas menciones y análisis del Fausto en sus obras y la misma inscripción a la entrada, no hace menos que recordarme los rumores ya legendarios de que su abuelo era un hijo ilegítimo de Goethe.

Jung sonrió ampliamente diciendo:


-Exactamente esos no son más que rumores. La leyenda cuenta que mi bisabuela Sophie Ziegler, quien era una asociada al Mannheinz Theatre y amiga de muchos escritores, tuvo un hijo ilegítimo de Goethe. Sin embargo, no hay nada que haga constar -continuó hablando tranquilamente–. Estaba todavía en mis años escolares cuando mi madre me dijo que debía leer el Fausto. Una vez leído quedé prendado por dicho libro, él sintetizaba muchos de los problemas en que se movía mi joven espíritu. Fue para mí la confirmación de que había gente que se preocupaba verdaderamente por el mal y sus poderes para crear oscuridad y sufrimiento. Fausto me tocó directamente en mis sentimientos y con el tiempo me di cuenta que su significado era mucho más profundo ya que mostraba la dinámica de los opuestos en que vive el hombre. Goethe pudo vislumbrar proféticamente una experiencia colectiva, el proceso de transformación arquetipal que se mueve a lo largo de los siglos. La grandeza de los poetas es exactamente eso, ellos logran interpretar el inconsciente colectivo. Adelantándose a todos los de su época, llegan a captar las oscuras corrientes del “subsuelo”, ver los juegos de fuerza en el inconsciente y expresarlos en forma de símbolos. Tarde o temprano lo inconsciente emerge en imágenes colectivas.


– A lo que me quería referir- intervine para retornar la intención de mi comentario- es al hecho de que en Psicología es más factible que en otras ciencias que la propia historia personal se inmiscuya en la teoría. Usted mismo asevera que uno de los motivos que lo llevó a escribir “Tipos Psicológicos” fue el señalar como las diferentes tipologías de Freud y Adler determinaron sus disímiles Sistemas Psicológicos. Usted es conocido como un triunfador en vida, tanto desde el punto de vista profesional, como familiar y social. Sin embargo, muchos de sus detractores consideran su Psicología como la proyección de su propia patología, impuesta como fórmula de validez general; algunos llegan a decir que su teoría refleja una personalidad esquizoide. Se refieren en este caso a la influencia de la doble personalidad de su madre, el rechazo por su padre, a su propia dualidad cuando niño experimentándose como dos personas diferentes y a lo que usted mismo llamó “viaje al submundo” o “viaje a través del inconsciente” cuando tras la ruptura con Freud en 1913 pasó por ese duro período de reintroversión, lleno de fantasías e ilusiones que tomaron casi cualidades fantasmales y de donde emergieron, posteriormente, muchos de sus conceptos teóricos como cualidades reales. ¿Considera usted su Psicología menos subjetiva que la de Freud y Adler?


-Yo no me considero al margen de mis propias proyecciones –dijo Jung afincándose sobre el respaldar de la silla-. Mis realizaciones están claramente matizadas por mi vida interior, pero mi historia es la de actualización del inconsciente, lo cual tiene paralelos similares en muchos otros casos registrados empíricamente. La disposición colectiva impide la estimación de las diferencias individuales y su estudio científico. Es precisamente por esa falta de conocimiento de las propias fantasías y mitos, de la propia individualidad, que el pensamiento estaba invadido de proyección psicológica y falta de objetividad. Por ello es necesario que los psicólogos pasen por años de análisis. La única forma de llegar al fondo de la mente humana es con la visión interior. Intentar encerrar la psique en los moldes de las ciencias naturales es atarla a una cama de Procusto. Las ciencias físicas son un producto único y exclusivo del intelecto adecuado para su objeto de estudio, pero el alma humana tiene otras vertientes que están, muchas veces, en oposición a la razón. No podemos perder de vista que lo psicológico implica la emergencia de un nivel de organización totalmente nuevo en toda la escala zoológica y es, por lo mismo, cualitativamente diferente. El hecho psíquico hay que tomarlo tal cual se manifiesta. Los valores, el afecto, la fantasía, las imágenes arquetipales de validez universal, son elementos cuya amonestación podemos ver día a día en el mundo exterior. La experiencia interna sólo la podemos expresar a través del mito que es más preciso y particular, pero a su vez la ciencia es un mito contemporáneo que señala determinada orientación del alma humana. La psicología necesita un esquema propio y particular integrado a todas las manifestaciones culturales de la historia del hombre, Solo así nos puede enseñar a comprender las imágenes que emergen de la psique. En nuestro caso, claro está, asociando siempre dicho conocimiento a la data empírica tal cual se manifiesta espontáneamente en nuestros pacientes. Los que puede parecer absurdo es que un psiquiatra que se propone estudiar la mente, se encuentre con el mismo material psicológico que observamos en sicóticos y otros enfermos mentales. Pero estas imágenes que turban al enfermo mental son la base de todos nosotros y de toda la historia de las religiones, mitos, literatura y muchas otras manifestaciones del hombre como lo podemos observar en la amplia cultura universal. Toda persona que intente entrar en el inconsciente se encontrará con los mismos e imperecederos arquetipos.


Quedé un poco confuso con todo el material estimulado por la pregunta y mientras Jung se levantaba para caminar por el jardín le hice una pregunta de rigor periodístico:


-¿Podría explicar qué fue lo que le llevó a la ruptura con Freud?


-Esa pregunta me la han hecho ya múltiples veces y lo he expuesto en varias de mis obras -respondió Jung algo fastidiado.


-No se trata aquí de rebuscar y resumir sus obras sino de obtener directamente de su boca algunas declaraciones para un diario venezolano -contesté molesto aunque con tono agradable.


-Mis divergencias con Freud -continuó mientras se inclinaba para recoger una pequeña piedra del césped- son tanto de índole personal como teórica. Durante mi período en el Hospital Burgholzli, básicamente al principio, estuve muy entusiasmado con sus ideas pero ya desde aquel entonces había ciertas discrepancias por principios que no compartía. Recuerdo que en nuestro viaje a los Estados Unidos para dar unas conferencias en la Clark University, le pedí a Freud, mayor material sobre su vida para poder interpretarle un sueño bastante complejo. Él me contestó: “No puedo arriesgar mi autoridad”. Eso ya indicaba su autoritarismo y como él subordinaba la correcta interpretación e investigación psicológica, a intereses personales. Las divergencias teóricas son muchas para enumerárselas ahora… Por aquel entonces uno de mis rechazos fundamentales era el de la teoría de la libido. Yo no aceptaba la equiparación de la libido al impulso sexual. Para mí era un concepto mucho más amplio: el de energía psíquica. Igualmente yo nunca acepté el concepto del Complejo de Edipo. A mi parecer, la madre más que un objeto de deseos incestuosos era una figura protectora y nutricia. Otras de las ideas que no compartía con Freud eran: el principio de que la génesis de la neurosis se encontrara sólo en la infancia, su determinismo causal, el reduccionismo biológico, su énfasis en los aspectos patológicos y tantos otros principios que fui reelaborando poco a poco. Después de la ruptura con Freud rompí también con otros lazos externos como la Universidad y retomé mis propias ideas desde sus raíces.


-Sin embargo, es a partir de esa época que usted abandona más claramente la orientación cientificista de sus comienzos, cuando trabajaba en el Burgholzli bajo la dirección de Bleuer y cuando realizaba los experimentos con el test de asociación de palabras.


-Efectivamente. Durante esos años comencé a interesarme y a profundizar cada vez más en una serie de tópicos como la alquimia, la etnología y el gnosticismo. Estos estudios me ayudaron substancialmente en la aproximación a mi íntima naturaleza, a entender las imágenes que surgían de mi inconsciente, así como a comprender el lenguaje de los sueños, de las fantasías y en general, la estructura y dinámica de la psique.


– ¿Qué tipo de conocimientos pudo aportarle dichos estudios?


-Bueno… en realidad eso es bastante complejo para explicarlo en una entrevista. Tal vez pueda decirle que me ayudaron a visualizar el largo proceso por el cual, de una mente indiferenciada y primitiva, surge la consciencia en un desarrollo tardío, efectuándose así la separación de los opuestos y su nuevo fluir hacia la conjunción. Esta es una evolución que se observa tanto en la especie cono en el individuo. El viejo principio de que la ontogenia reproduce la filogenia. El gnosticismo y la alquimia fueron piedras básicas para estudiar la simbología detrás de la cual se esconde todo ese proceso de transformación, los símbolos a través de los cuales se manifiestan los arquetipos del inconsciente colectivo y toda la transferencia de elementos psicológicos.


-Saltando un poco el tema -dije desviándome del hilo de la conversación-, ¿a qué atribuye el hecho de que la gran mayoría de sus seguidores fueran, al menos en un principio, mujeres? Me refiero tanto a la mayoría femenina en su consulta privada, como a sus discípulas y colaboradoras principales: Marie Louise Von Franz, Jolande Jacobi, Aniela Jaffé, y quienes contribuyeron a la expansión de sus ideas como son Edith Mc.Cormik-Rockefeller y Mary Mellon quienes impulsaron la creación del Club Psicológico y la Fundación Bollingen respectivamente.


-Tal vez eso deba preguntárselo a las mujeres -contestó Jung soltando una carcajada-. Creo, en realidad, que la Psicología Analítica es una de las pocas que se ha interesado en estudiar a fondo la psicología femenina como algo diferente a la del hombre. Las demás escuelas psicológicas o no se preocupan del asunto o son esencialmente patriarcales como es el caso del Psicoanálisis. ¡Este es un tema que, si bien, estudiado por mí, no está suficientemente desarrollado! Sin embargo hay una serie de estudios como los de Toni Wolf y Erich Neumann que profundizan en el tópico.


La tarde se sumergía apresuradamente en el lago y ya en la penumbra envolvente, a falta de luz eléctrica, le hice una última pregunta:


-¿Cuál considera usted el principal valor de su obra y de su vida?


Jung quedó pensativo por un momento y volviendo con ojos brillantes respondió:


– Yo considero mi vida como una reivindicación del mundo interior, de lo subjetivo; una figura de equilibrio ante la extrema extroversión del hombre de hoy y ante el excesivo flujo libidinal hacia el objeto.




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