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Absolutamente solos, ¡al fin!, por Axel Capriles M.

Actualizado: 30 may 2022

En el año 1744 el Superior de las Misiones Jesuitas del Río Orinoco, el padre Manuel Román, enfrentó sorpresivamente un hecho insólito que él mismo apenas pudo creer.

Habiendo traspasado por primera vez en la historia los raudales de Atures y Maipures, obstáculos hasta ese momento insalvables para la navegación del gran río venezolano, encontró desconocidos mercaderes europeos que desde hacía años navegaban el Alto Orinoco. Los mismos afirmaban servir a la Corona Portuguesa y creían navegar por un afluente del río Amazonas.

Absolutamente solos, ¡al fin!, por Axel Capriles M.
Absolutamente solos, ¡al fin!, por Axel Capriles M.

Presenciar este único y excepcional fenómeno de interconexión entre dos grandes cuencas hidrográficas, la Amazonia y la Orinoquia, rodeado de la exuberante fauna del Brazo Casiquiare y de petroglifos precolombinos, no es sino un aspecto de algo mucho más inusual: estar en un lugar absolutamente solos, sin seres humanos alrededor, salvo los compañeros de viaje. En todas partes del mundo hay gente. Somos 7.970 millones de personas en el globo terráqueo, de modo que hasta en los más remotos lugares encontramos seres de nuestra misma especie, algún inuit en la tundra ártica, algún bushman en el desierto del Kaalahari.


Pero el trayecto que va de Tama Tama, en el río Orinoco, al primer asentamiento humano sobre el río Casiquiare, un pequeño pueblo de Yanomamis que descendieron desde la densa selva por el río Siapa, ocurre bajo la más sobrecogedora naturaleza, ni una pequeña curiara cursa las aguas misteriosas.


En las noches, la luz de los astros de la zona tórrida sólo compite con el brillo de los ojos de las babas y caimanes que flotan sobre el río silencioso.

Al igual que Alejandro Von Humboldt y tantos otros exploradores del siglo XIX que quedaron prendados por el centelleo natural del hemisferio austral, el viajero contemporáneo tampoco puede escapar al embrujo de esa conjugación de selvas que se desbordan sobre las aguas, la opulencia de un reino animal en libre movimiento dentro de lo que para el hombre occidental puede representar la más pura naturaleza.

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