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Una nueva era del miedo (II)

Actualizado: 30 may 2022

En los siglos que nos precedieron, las guerras y las pestes eran eventos comunes. Como las hambrunas, la pérdida de cosechas y destrucción de propiedades, la carestía, el desempleo, las enfermedades y la muerte, eran sus infalibles acompañantes, el miedo les seguía como emoción dominante. Las personas se sentían indefensas e inermes ante los sucesos externos. La pandemia del Covid-19 ha creado una nueva era de miedo, pero de una manera diferente.


Una nueva era del miedo (II) por Áxel Capriles
Una nueva era del miedo (II) por Áxel Capriles


A distancia de la condición precaria en la que quedaban las poblaciones tras las innumerables pandemias del pasado, los Estados modernos construyeron aceleradamente hospitales con miles de unidades de cuidados intensivos para atender a las víctimas del Covid-19, 160 millones de estadounidenses recibirán un cheque de $1.400 para paliar sus urgencias y necesidades y millones de españoles han mantenido sus puestos de trabajo gracias a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Ello ha sido posible, sin embargo, sólo con un fenomenal y acelerado crecimiento del Estado. De recibir la aprobación de la Cámara de Representantes, el plan de estímulos del presidente Biden, sumado a los programas de la anterior administración, alcanzará la colosal suma de 5,8 billones de dólares. Todos los gobiernos se han comportando de manera similar y han reaccionado a la emergencia, endeudándose como nunca antes se había imaginado que era posible. El miedo ha vuelto a tener la función primaria subrayada por Thomas Hobbes en el siglo XVI.

El pensador inglés le atribuyó al miedo (fear of agonizing death) el papel de fundar el Estado. Como pasión de orden, el temor a la muerte violenta, el pavor a que cualquiera pudiera aniquilarnos para apropiarse de nuestros bienes, obligó a ceder parte de nuestra libertad individual para crear una institución que pudiera protegernos.

Ahora, ante la amenaza de morir repentinamente por efecto de un microorganismo desconocido, las poblaciones reclaman protección. Pero en un planeta sobrepoblado con más de 1.700 millones de personas, en una red humana interconectada en todos los sentidos, el miedo tiende a ser infeccioso.

Con Estados dispuestos a aprovechar cualquier coyuntura para aumentar su poder, con gobiernos que han descubierto la piedra filosofal del endeudamiento y la emisión monetaria sin limitación alguna, la relación entre el espacio del individuo y la representación del colectivo ha perdido toda proporción. La noción de libertad individual se ve trastocada, si no amenazada. Hoy, el ensayo de John Stuart Mill, Sobre la libertad, parece un resto arqueológico.

Ante el miedo a la muerte súbita y las medidas de seguridad para evitar la propagación del coronavirus, nadie se atreve ya a plantear una discusión sobre “los límites del poder que la sociedad legítimamente puede ejercer sobre el individuo”, como lo habría hecho Mill. La sociedad tiene todo el poder. Y, sin embargo, la sensación de ahogo y de sofocación que atribula, también, a buena parte de la población, invita a la discusión. ¿Qué será de la libertad en esta nueva era de miedo?

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